La
quimera del oro (The gold rush)
Película estadounidense de 1925 y
reestrenada en 1942 en versión sonora,está dirigida, escrita, producida y
protagonizada por Charles Chaplin, en la que nuevamente encarna al personaje de
Charlot, (torpe, ingenuo pero de buen corazón) que ya había aparecido en otras
películas tales como El Chico, en
1921,y que será utilizado hasta 1940 (Luces
de la ciudad, Tiempos modernos), etc.
El papel principal es el de
Chaplin, no tendrá un nombre propio y en el doblaje posterior se le conocerá
como El pequeño hombre, (Little tramp
en inglés). El reparto también estará constituido por Georgia Hale, como Georgia, Henry Bergman, como Hank y Mack Swain como Big Jim Mckay, entre otros.
La acción tiene lugar en Klondike,
Alaska, en plena fiebre del oro, a finales del siglo XIX, el protagonista es un
buscador de oro solitario, que tras una intensa tormenta acudirá a refugiarse
en la primera choza que encuentra, la cual estará ocupada por un peligroso
asesino, que debido a la tormenta se verá impedido de expulsar al pequeño
hombre, allí aparecerán otros hombres que darán paso a escenas cómicas, más
tarde conocerá a Georgia, de la que se enamorará y tratará de conquistar a
pesar de todas las dificultades. En la película se muestran algunos temas tales
como el hambre, la tristeza, el el amor o el compañerismo.
Podríamos definir la historia como
un cuento, al igual que la mayoría de obras de Chaplin, pero con un importante
transfondo cargado de humanidad y lleno de valores, la pélicula está
principalmente compuesta de escenas humorísticas entremezcladas con toques de
tristeza que cambian el ritmo, siendo éstas más lentas y profundas, produciendo
una gran empatía en el espectador. Un claro ejemplo sería la escena de la cena
de fin de año, cuando el protagonista realiza el baile con los panecillos y
está disfrutando con Georgia y sus amigas y más tarde se despierta para darse
cuenta de que todo había sido un sueño.
En la película predominan los
aspectos humanos, con el propósito de conmover y deleitar al espectador, y
sobre todo generar su risa, menos centrada que otras producciones en criticar
los aspectos morales, como solía ocurrir en todas las comedias de aquella
época.
Las interpretaciones son en su
conjunto destacable, la de Chaplin como El pequeño hombre nos deleita con su
característica expresividad y su inmesa capacidad de decirnos tanto tan solo
con sus gestos faciales. La interpretación de Georgia Hale nos muestra con
claridad una mujer de buen corazón, despistada y que a veces no tiene bien
claro lo que desea. El papel de Henry Bergman, como Hank,un hombre ambicioso pero no mal intencionado cobra gran importancia
al final de la película, ayudando al pequeño hombre.
Como cualquier película de su
género, está marcada por un ritmo rápìdo poblado de equívocos, y se ralentiza
es los momentos más dramáticos, las escenas de persecuciones o peleas, y el
final constituyen su clímax.
A pesar de su gran vejez, hay
interesantes efectos especiales en el largometraje, probablemente el más
sorpendente la alucinación de Mac Kay debido al hambre en la que ve a su
compañero transformado en un apetitoso pollo. En una de las escenas finales,
realiza un cambio de ángulo de la cámara para mostrar que la casa está a punto
de caerse por un precipicio. La música añadida en 1942, de Max Terr, proporciona
un aumento de la agilidad de la producción cinematográfica. La fotografía es
tan bien destacable a pesar de que no se caracterice por su calidad visual,
dejándonos memorables imágenes para la retina como la cocción del zapato, o la
secuencia de la cena ya mencionada anteriormente con Georgia y sus amigas.
Desde mi punto de vista es una película
interesante que no deja de rezumar frescura en determinados momentos, siendo lo
peor el mal doblaje en la versión en castellano. El expresionismo de Chaplin no
deja de sorprendernos en gran cantidad de secuencias, resultando como un espejo
para el alma humana, lo peor sería para mi el comienzo, que a pesar de que
muestra bien Alaska, y la gran inmigración que recibe el país debido a la
fiebre del oro, resulta un poco complicado ponerte en situación, pero se
compensa ya que va ganando fuerza a lo largo de su desarrollo.
De nota le daría un 8, teniendo en
cuenta el contexto en el que fue rodada, y su buen envejecimiento a lo largo de
sus noventa años de vida, recomendable para los amantes de los clásicos y de
las delicias del expresionismo e incluso para cualquier persona dispuesta a
reirse y apagar la tele con un buen sabor de boca gracias al ingenio de Charlot.